miércoles, 21 de marzo de 2012

JUGUEMOS-ELVIRA LINDO

Jugar en la calle. Jugar en grupo. Esa es la actividad extraescolar que un grupo de educadores y psicólogos americanos han señalado como la asignatura pendiente en la educación actual de un niño. Parecería simple remediarlo. No lo es. La calle ya no es un sitio seguro en casi ninguna gran ciudad. La media que un niño americano pasa ante las numerosas pantallas que la vida le ofrece es hoy de siete horas y media. La de los niños españoles estaba en tres. Cualquiera de las dos cifras es una barbaridad. Cuando los expertos hablan de juego no se refieren a un juego de ordenador o una playstation ni tampoco al juego organizado por los padres, que en ocasiones se ven forzados a remediar la ausencia de otros niños. El juego más educativo sigue siendo aquel en que los niños han de luchar por el liderazgo o la colaboración, rivalizar o apoyarse, pelearse y hacer las paces para sobrevivir. Esto no significa que el ordenador sea una presencia nociva en sus vidas. Al contrario, es una insustituible herramienta de trabajo, pero en cuanto a ocio se refiere, el juego a la antigua sigue siendo el gran educador social.

Leía ayer a Rodríguez Ibarra hablar de esa gente que teme a los ordenadores y relacionaba ese miedo con los derechos de propiedad intelectual. No comprendí muy bien la relación, porque es precisamente entre los trabajadores de la cultura (el técnico de sonido, el músico, el montador, el diseñador o el escritor) donde el ordenador se ha convertido en un instrumento fundamental. Pero conviene no convertir a las máquinas en objetos sagrados y, de momento, no hay nada comparable en la vida de un niño a un partidillo de fútbol en la calle, a las casitas o al churro-media-manga. Y esto nada tiene que ver con un terror a las pantallas sino con la defensa de un tipo de juego necesario para hacer de los niños seres sociales.

El tema del texto es la actual falta de comunicación social entre los juegos de los niños.

En la esducación actual del niño es necesario volver a los juegos en grupo, es dificil de conseguir ya que las grandes ciudades son ahora peligrosas. Los niños pasan barbaridad de horas delante del televisor. Cuando los expertos hablan de jugar no se refieren a las consolas y ordenadores sino en el que se relacionan con los demás y tienen que sobrevivir. El ordenador es una herramienta de trabajo imprescindible, pero el ocio es mejor a la antigua. Rodríguez Ibarra relacionaba los derechos de propiedad intelectual con el temor a los ordenadores, pero es entre estos trabajadores donde este instrumento es algo fundamental. No hay que depender de las máquinas porque no hay nada comparable con un juego en compañía de los demás niños, relacionándose entre ellos, para sí hacerlos seres sociales.

El texto presenta una estructura inductiva ya que la tesis se expresa al final del texto que es necesario hacer de los niños seres sociales y no hacerlos dependientes de las máquinas como ocio. Podemos dividirlo en 2 partes:
-la primera corresponde con el primer párrafo, una serie de expertos estudia las formas de juego de los niños aclarando que los juegos a la antigua, en los que todos se relacionan es el más educativo.
-la segunda parte se corresponde al segundo párrafo: menciona a otro autor, que compara el temor a las pantallas con los derechos intelectuales. Elvira aclara que no hay que convertir las máquinas en objetos sagrados, ya que estos juegos no ayudan a los niños en su formación social.

La autora del texto, Elvira Lindo Garrido nació en Cádiz el 23 de enero de 1926, es una escritora española. Su actividad ha abordado el periodismo, la novela y el guión televisivo y  cinematográfico. Actualmente vive en Madrid. En este artículo aparece la opinión de la autora, pero también aporta ejemplos ciertos y datados de la realidad ya que los expertos han realizado un estudio sobre el tema y también nombra ideas de otros autores como Rodríguez Ibarra. Los niños actualmente se divierten con las consolas y prefieren quedarse con un mando entre las manos  que salir a jugar a un parque o un paseo con los demás niños, y en ocasiones incluso se llevan las máquinas con ellos a todas partes introduciéndose en el personaje del juego y sin querer atender a la realidad, ignorando a los niños que están alrededor. Esos partidillos de fútbol a los que jugaban los niños son cada vez menos comunes. Estos juegos a la antigua desgraciadamente se van perdiendo con el tiempo por la atracción de las nuevas tecnologías que en ocasiones para los niños dejan de ser un simple juego de ocio que entretiene durante un rato para convertirse en un verdadero vicio que no es capaz de dejar.

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